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Nicolás Roerich

JALNIK, EL LUGAR DE COMPASIÓN


        En los altos montes de Altai, las copas de viejos pinos y abetos se cruzan en una pacífica comunión. Saben mucho estos bosques de las montañas. Se yerguen maravillosos delante de las cadenas de montañas nevadas. Sus raíces saben qué riquezas, qué innumerables tesoros minerales se encuentran protegidos en las profundidades rocosas de las montañas, para la futura prosperidad de la humanidad.

       Y las raíces de estos árboles gigantescos abrazan tiernamente las piedras grises. Estas son las piedras del "lugar de compasión".

       ¿Quién sabe quién colocó estas piedras aquí? ¿Y quién vio a estos hombres paralizados de temor reverente debajo del fuerte de piedras?

       ¿Acaso estas personas habían oído acerca de la futura riqueza de este país? ¿Sabían de Zvenigorod, la Ciudad de las Campanas? ¿Acaso fueron ellos quienes concibieron la saga del río Katum, de todos los acontecimientos que pasaron a orillas de este río, el arrastrar piedras abajo desde la Montaña Blanca, Belukha?

       ¿Acaso estas personas eran pobladores o nómadas?

       La anciana abuela Anisya sabe algo en relación con este sitio.

       Viene aquí para llevar a cabo sus invocaciones y conjuros. ¡No temáis! No es una bruja, ni una hechicera de los chamanes. Nadie hablaría mal de la abuela Anisya. Pero ella sabe muchas cosas preciosas. Conoce las hierbas curativas; conoce los conjuros que sirven como plegarias; los aprendió de su abuela. Y hace un siglo, las mismas piedras y el mismo bosque estaban aquí igual que ahora.

       La abuela Anisya sabe conjuros contra todos los males. Nadie más que ella sabe que la piedra kirik del nido de una abubilla es la mejor protección contra la traición. Nadie más que ella sabe cuál es el mejor momento para buscar este nido y cómo obtener la piedra.

       Puede decirnos cuan difíciles son los tiempo actuales y que sólo podemos salvarnos con conjuros. En la actualidad, hace falta recordar tres conjuros:

       El primero de ellos es contra los enemigos, contra los ladrones y los hombres perversos. El segundo —¡no lo olvidéis! —, contra las armas mortales. El tercero — recordadlo bien! — contra los rayos, contra todos los truenos del cielo y de la tierra. El trueno de la tierra resuena y se elevan las fuerzas celestiales.

       Recordad el primero:

       "En el mar, en el océano, en la Isla Buya, hay un cofre de hierro y en este cofre de hierro hay espadas de acero. ¡Alto, espadas de acero! ¡Acercaos a nuestro enemigo! ¡Cortad su cuerpo en pedazos! ¡Atravesad su corazón! Hasta que renuncie a todo mal; hasta que devuelva el botín robado; hasta que entregue todo, sin ocultar nada. ¡Tú, enemigo, adversario, que mis poderosos conjuros te maldigan!

       ¡Maldito seas en las profundidades del infierno! ¡Más allá del Monte Ararat, en la brea hirviendo! ¡En las cenizas ardientes! ¡En la escoria de los pantanos! ¡En el insondable abismo!

       ¡Que una púa de álamo te atraviese, enemigo!

       ¡Y que te reseques más que la paja!

       ¡Y que te hieles más que el hielo!

       ¡Que te quedes bizco, tullido, loco, sin brazos, pobre, hambriento y te conviertas en un paria!; ¡y que la mano de otro te mate...!"

       ¡Ya veis qué fuertes poderes posee la abuela Anisya! ¡Quién puede soportar tales conjuros!

       Y no sólo habla con voz estridente, sino que también sostiene en la mano una pequeña vara, cuando habla de muerte del enemigo, rompe esta vara, igual que se romperá la vida de su enemigo perverso. Y él nunca sabrá de qué colina, de qué montaña provino este inconquistable poder.

       El segundo conjuro es contra las armas. Cada guerrero debe conocer este conjuro. ¡Oíd y recordad!

       "Más allá de las lejanas montañas está el mar de hierro. En el mar se yergue una columna de bronce. Sobre esa columna de bronce, hay un pastor de hierro fundido. Y esta columna se eleva desde la tierra hasta el cielo. Desde Oriente a Occidente.

       Y el pastor ordena a sus hijos; ordena al hierro, al acero; al rojo y al azul; al cobre, al plomo, a la plata y al oro. Habla a los fusiles y a las flechas. Imparte a los luchadores y a los guerreros la gran orden:

       «¡Vosotros, hierro, cobre, plomo, volved a vuestra madre tierra, lejos del guerrero; regresa, árbol, a la lejana costa; y vosotras, plumas de las flechas, regresad a los pájaros! ¡Y vosotros, pájaros, desapareced en el cielo!»

       Y ordena a las espadas, a las hachas, a las lanzas de jabalíes, a los cuchillos, a los arcabuces, a las flechas y a todos los guerreros que permanezcan en calma y tranquilos,

       Y ordena a todos los guerreros que no disparen contra mí con un arma.

       Pero ordena a la ballesta y a los arcos que se comben y disparen todas las flechas a las profundidades de la tierra.

       Que mi cuerpo sea más fuerte que la piedra. Más sólido que el hacer. Que mi armadura sea más fuerte que los yelmos y que todas las cotas de malla.

       Sello mis palabras con todos los cerrojos. ¡Arrojo las llaves bajo la blanca Piedra Ardiente, Alatyr!

       Y así como los cerrojos son fuertes, también lo son mis palabras..."

       A nadie le gustaría estar en la posición de este adversario hechizado. ¡Qué armas podrían favorecer contra este poderoso encantamiento! La propia Piedra Ardiente blanca, la Gran Alatyr, es testigo de este inmutable poder. Y nuevamente, no sólo las palabras se proyectan hacia el espacio; la abuela Anisya tiene cuatro piedras en las manos y las arroja a los cuatro rincones de la tierra

       Pero el tercer conjuro es el que inspira mayor reverente temor. Está dirigido contra los rayos, contra los truenos del cielo y de la tierra:

       "¡Sagrado! ¡Sagrado! ¡Sagrado! ¡Tú que vives en el trueno! ¡Tú que sometes al rayo! ¡Tú que inundas la tierra con lluvia! ¡Tú, el Soberano más poderoso! ¡Tú solo juzgas al maldito Satán con todos los diablos! ¡Pero sálvanos a nosotros los pecadores!

       ¡Tu sabiduría es incomparable, todopoderosa! ¡Todo honor de Dios! ¡De él proviene la liberación de la madre tierra! ¡Que así sea ahora, eternamente y para siempre! ¡Tú, Señor del Terror! ¡Tú, Señor de todos los milagros! ¡Tú, que vives en lo más alto! ¡Tú, que te mueves en el trueno! ¡Fuego supremo! ¡Destruye tú mismo al enemigo, a Satán! Que así sea ahora, eternamente y para siempre. ¡Amén!"

       Este es muy poderoso. Se invoca el poder más alto, celestial. Del arroyo de la montaña, la abuela Anisya se llena las manos con agua clara y la arroja al aire. Y gotas resplandecientes, como relámpagos celestiales, rodean a la hechicera.

        Los conjuros han acabado. Y el poder se aleja de la abuela. Se empequeñece y encorva. Y la pequeña anciana se va, más allá de la colina. Se va de Jalnik — lugar de compasión — hasta el lago al pie de la montaña, a través de los campos de trigo primaveral, hacia un pueblo lejano. Ella no vino desde lejos para invocar las fuerzas superiores para beneficio propio. La abuela pronunció conjuros para todas las personas, para los guerreros que están lejos, para una nueva vida. Pero también oró por los silenciosos desconocidos, que están sepultados bajo las piedras y las raíces de los pinos. Trajo óleo sagrado para los santos. Pues en el pino más alto, en la corteza, está tallado un antiguo icono y se dice que el icono apareció por sí mismo.

       En las cumbres de Altai, en los montes Urales, lejos, hasta en las mismísimas colinas de Novgorod, se yerguen en los bosque de abetos y cedros. Desde la distancia, se pueden contemplar sus oscuras copas. Bajo las raíces de los abetos, hay muchas piedras reunidas con ardua tarea. ¡Bellos sitios! ¡Antiguos sitios! ¿Cómo llegaron a estar aquí? ¿Acaso fueron los desconocidos peregrinos quienes los construyeron? ¿Fueron los mongoles? ¿Fue el Zar, el terrible? ¿O son de épocas de inquietud? ¿O de guerras e invasiones extranjeras? Todos ellos estuvieron aquí en una época. Y los silenciosos yacen sepultados aquí. Descansad en paz, desconocidos por todos los abuelos. ¡Y así se reza por ellos!

       Por los conocidos y por los desconocidos, por lo cantado y por lo no cantado, por lo narrado y por lo no narrado...

       "Jalniks", los lugares de compasión, así se llaman estos bellos lugares de silencio. También se llaman "lugares divinos", sitios de milagros.

       Lugar divino, sitio de milagros, resuena con exultación. Pero "Jalnik" — lugar de compasión — está aún más cerca del corazón. En esta expresión hay tanto amor y amable piedad, ¡tanto descanso y palabras de eternidad! Los gigantescos abetos protegen este lugar con sus poderosas ramas. Sólo las copas se mueven. Debajo hay silencio y sombra. El junípero gris. Sólo dos o tres briznas secas de pasto. Por doquier, zarzamoras y agujas secas por siempre verdes. En lo alto del abeto está posado un viejo cuervo. Es tan viejo que tiene garras no sólo en las patas, sino hasta en las alas. Mientras observábamos este cuervo con un temor reverente, como una reliquia prehistórica, cayó muerto. Las piedras están dispuestas en hileras y círculos. Todas deben de recordar las morrenas del período glacial. Blancas, grisáceas, violetas, azuladas y casi negras. Desde Oriente a Occidente, estas piedras pueden observarse, adornadas por un musgo blanco. Por todas partes, también, hay musgo gris. Por todas partes está el gris de la antigüedad.

       En la semioscuridad, duermen los "tranquilos".

       En vestimentas blancas, reposan "los que descansan".

       ¡Ah, por cuántos sufrimientos pasaron! Fueron testigos de muchas cosas. ¡Su sabiduría es sensata y sin dudas!

       "Así en el cielo como en la tierra. Así en lo alto com en lo bajo. ¡Aquello que fue, volverá otra vez!"


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