Nicolás Roerich
LAKSHMI, LA VICTORIOSA
Al este del monte Zent-Lhamo, en un jardín resplandeciente, vive la Santa Lakshmi, Diosa de la Felicidad. Por medio de una interminable labor embellece sus siete velos de paz. Todos los hombres saben esto. ¡Todos los hombres rinden honor a la Diosa Lakshmi!
Pero todos temen a su hermana, Siva Tandava. Ella, la Diosa de la Destrucción, está llena de malicia, es terrible y destructiva.
La propia Siva Tandava vino de detrás de las montañas. La Terrible se dirigió directamente a la morada de Lakshmi. Cuidadosamente, la temible diosa se acercó al palacio de la luz y, bajando la voz, llamó a Lakshmi.
Lakshmi dejó a un lado sus preciosos velos y se acercó a recibirla. Y detrás de ella venían sus doncellas, de pechos voluminosos y caderas redondeadas.
Laskshmi, caminando, se descubrió el cuerpo. Sus ojos eran grandes, su cabello oscuro. Sus brazaletes eran de oro. Sus varios collares, de perlas. Las uñas de Lakshmi eran del color del ámbar. Sobre sus pechos y hombros y en su abdomen y hasta sus pies tenía ungüentos de hierbas sagradas especiales. Lakshmi y sus doncellas son tan resplandecientemente puras como las imágenes del Templo de Mathura después de la tormenta.
Pero toda la justicia se debilitó ante la visión de la temida Siva Tandava, pues era muy aterradora, aun en su aparente humildad. De sus quijadas caninas salían colmillos amenazadores. Su cuerpo era tan rojo y tan desvergonzadamente velludo que resultaba indecente a la mirada. Ni siquiera los brazaletes de rubíes rojos como la sangre podían embellecer a Siva Tandava. Cualquiera podría imaginar que se trataba de un hombre.
La Terrible habló:
"¡Salud a ti, Lakshmi, la justa, mi pariente cercana! Has creado mucha felicidad y bienestar. Hasta has llevado a cabo tu tarea con demasiado celo. Has ordenado los templos con oro. Has enriquecido la tierra con jardines. ¡Tú, Protectora de la Belleza!
Has creado a los ricos y a los generosos. Has creado a los pobres, que no reciben nada y, sin embargo, se regocijan. Has ordenado un comercio pacífico. Has sembrado entre los hombres todos los vínculos benévolos. Has imaginado distinciones gozosas y frágiles para el hombre. Has colmado los corazones de las personas con la conciencia gozosa de su superioridad y orgullo. ¡Eres generosa!
Tus doncellas son tiernas y cariñosas. Tus jóvenes son fuertes y ambiciosos. Con gozo, las personas crean según su propia semejanza. Las personas se olvidan del cambio y la destrucción. ¡Salud a Ti!
Tranquilamente observas la procesión humana. Y te queda poco por hacer. ¡Me preocupo por ti, mi pariente cercana! Sin una labor, sin preocupaciones, tu cuerpo se pondrá pesado. Y las preciosas perlas se descolorarán sobre él. Tu rostro brillará y tus encantadores ojos parecerán de bovinos.
Luego, las personas olvidarán traerte agradables ofrendas. Ya no te traerán flores sagradas. Y ya no encontrarán excelentes trabajadores para Ti mismo. Y se enredarán todos los designios sagrados. Las personas no pueden permanecer inactivas. ¡Heme aquí, realmente preocupada por ti, Lakshmi, mi pariente cercana!
Durante largas noches he imaginado una labor para Ti. Somos parecidas. No prestes atención al exterior. Me resulta difícil esperar la prolongada destrucción del tiempo. Unámonos y aniquilemos todas las estructuras humanas. Destruyamos todos los gozos humanos. Expulsemos todas las estructuras acumuladas por los hombres. Las personas perciben débilmente las fronteras.
Quítate Tus siete velos de paz. Y entonces me regocijaré y de inmediato llevaré a cabo mis tareas, para que puedas inflamarte de fervor y creación. Y nuevamene derramarás lágrimas benévolas por los hombres y otra vez podrás fabricar aún más velos ornamentales para Ti. Crearás ornamentos aún más ricos. ¡Tú, la inagotable dadora! Otra vez las personas Te buscarán.
Humilladas, aceptarán nuevamente Tus dones con gratitud. Concebirás para los hombres tantas pequeñas y nuevas condiciones e insignificantes invenciones que hasta los más tontos se creerán inteligentes e importantes. No temo a la maldición humana y ya percibo las gozosas lágrimas que los hombres Te ofrecen.
¡Piénsalo seriamente, Lakshmi, mi pariente cercana! Mis pensamientos Te son útiles y para mí. Tu hermana, están llenos de gozo."
Siva Tandava tiene un astuto poder. ¡Piénsalo! Recordó las guerras pasadas y las miserias humanas. ¡Piénsalo! Otra vez deseó evocar sobre la tierra la destrucción a través del mal. ¡Piénsalo! Qué nociones malvadas volvieron a despertar en esta mente maliciosa.
Sin embargo, Lakshmi no ofreció una palabra como respuesta. En silencio, sólo con un gesto, rechazó el proyecto malvado de Siva Tandava.
Entonces, una vez más, la Diosa perversa, preparada con amenazas y haciendo crujir sus colmillos y olvidando todas sus propuestas benévolas comenzó:
"¡Tonta Lakshmi! Te rodeas de estas pacíficas bordadoras. Aprecian las pequeñas paredes de sus miserables hogares. Dedicadas a sus designios terrenales, olvidan mirar hacia las estrellas. Las personas no pueden comprender aquello que viene en paz. Honran el trueno y el rayo.
Tus antiguos altares están cubiertos de fétida grasa. Tu belleza no puede vivir en medio del polvo de las casas viejas. El tiempo destruye los mejores designios y el moho cubre el mejor dibujo. ¡Sigúeme! Te enseñaré un coro tal de vanidad que Tu sabiduría quedará aturdida."
Siva Tandava pronunció todas estas cosas tremendas. Y los terremotos partieron la tierra con sus convulsiones. Y las islas se hundieron en los océanos. Y surgieron montañas nuevas. Pero Lakshmi rechazó todos los ofrecimientos de Siva Tandava.
La Diosa Santa respondió:
"Para darte alegría sólo a ti y causar pena a los hombres no me rasgaré los velos. Con una delicada red ensalzaré a la humanidad. De entre todos los corazones nobles, reuniré excelentes trabajadores. ¡Bordaré nuevos signos en mis velos! Los más bellos, los más preciosos, los más poderosos. Y en estos signos, en las imágenes de las bestias y aves más nobles, en los contornos de las flores resplandecientes y en las hierbas curativas, enviaré a los corazones de todos mis más benévolas invocaciones. Evocaré desde el abismo el mayor fuego creador. Y con una llama rampante protegeré los luminosos esfuerzos del Espíritu."
Así lo ordenó Lakshmi.
Del resplandeciente Jardín se alejó Siva Tandava, derrotada. ¡Regocijaos!
Ahora, Siva Tandava esperará, con una violenta furia, a larga destrucción del tiempo. Con una ira incalculable, a veces aplasta la tierra y entonces mueren hordas le personas. Pero Lakshmi, siempre a tiempo, arroja sus benditos velos. Y sobre las cenizas de quienes han muerto, se reunirán los hombres otra vez.
Se unirán en una solemne procesión.
La justa Lakshmi adorna sus velos con los nuevos siglos sagrados. Y desde el espacio, enciende un nuevo Fuego.